Dicson Alfonso Cabrera Villalobos
Periodista Digital
Dicson Alfonso Cabrera Villalobos
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El secretario de Salud de los Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., conocido por su postura crítica frente a la vacunación, ha lanzado una nueva ofensiva que pone en el centro del debate a las vacunas infantiles, en particular la cuádruple vírica que protege contra el sarampión, la varicela, la rubeola y las paperas.
El movimiento se da tras la decisión de un comité asesor nombrado por el secretario de Salud bajo la administración de Donald Trump, el cual modificó sus recomendaciones sobre la aplicación de este biológico. Aunque la medida aún no implica una prohibición, sí abre la puerta a que sectores antivacunas fortalezcan su narrativa y cuestionen políticas de inmunización que durante décadas han sido pilares de la salud pública.
El secretario Kennedy Jr. es un férreo opositor de las vacunas. Colprensa
Expertos sanitarios y asociaciones médicas han advertido que reducir el alcance de estas vacunas podría tener consecuencias graves, como el resurgimiento de enfermedades que habían sido controladas o incluso erradicadas en gran parte del país. Organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) insisten en que la inmunización sigue siendo la herramienta más efectiva para prevenir brotes y salvar vidas.
El debate sobre las vacunas ha cobrado un carácter político en Estados Unidos. La figura de Kennedy Jr., sobrino del expresidente John F. Kennedy, ha capitalizado parte del descontento social y de la desinformación que circuló con fuerza durante la pandemia de COVID-19. Con esta nueva iniciativa, busca dar un giro más profundo al discurso sobre la libertad individual y la intervención del Estado en materia de salud.
Uno de los puntos más sensibles de esta discusión es el impacto en la obligatoriedad de la vacunación escolar. En varios estados, la aplicación de la cuádruple vírica es un requisito para la asistencia a clases presenciales en colegios públicos y privados. Si se flexibilizan estas exigencias, miles de niños podrían quedar sin inmunización, aumentando el riesgo de brotes en comunidades educativas y comprometiendo la salud colectiva.
A nivel internacional, Estados Unidos podría quedar rezagado frente a otras naciones de la OCDE, donde la vacunación infantil no solo es obligatoria sino que goza de amplios consensos sociales y políticos. Países como Francia, Italia o Alemania han reforzado en los últimos años sus programas de inmunización para frenar brotes de sarampión, mientras que en Canadá y Japón se mantienen estrictos calendarios escolares de vacunación.
El contraste pone en evidencia el riesgo de que EE. UU. se aísle en un tema en el que la mayoría de países desarrollados busca avanzar en la cobertura universal.
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La comunidad científica observa con preocupación el giro en las políticas de vacunación, mientras que sectores conservadores celebran la medida como un paso hacia una “mayor autonomía” de los padres frente a la decisión de inmunizar a sus hijos. Sin embargo, los riesgos de retroceder en los logros alcanzados en salud pública son hoy el punto central de la discusión.
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