Inicio / Colombia
14 de octubre de 2025 - 5:18 p. m.
Actualizado - 14 de octubre de 2025 - 6:04 p. m.

'Agua a la vista': Hallan en la Sabana de Bogotá reservas para mitigar escasez en tres municipios (UNAL)

En esta zona convergen municipios como Funza, Mosquera y Tenjo, por eso enfrenta sobreexplotación de sus acuíferos más superficiales.
Andrés Marín Martínez
WhatsAppFacebookXLinkedIn
Imagen principal
Funza es punto de referencia para estudio de acuíferos profundos en la Sabana de Bogotá. - Crédito: Paola Atapuma, magíster en Ciencia - Geofísica de la UNAL.

Bajo los cultivos, carreteras y cerros de la Sabana de Bogotá, una lectura detallada del subsuelo, hecha por investigadores de la Universidad Nacional de Colombia, similar a una radiografía de la Tierra, permitió detectar reservas de agua a más de 1.000 m de profundidad. Estas se concentran en el Grupo Guadalupe, una “esponja natural” del subsuelo que ayudaría a enfrentar la escasez que golpea a municipios como Funza, Mosquera y Tenjo, eso sí, siempre y cuando su aprovechamiento ocurra con orden y vigilancia de las autoridades ambientales.

En la Sabana de Bogotá, una de las regiones más productivas del país, el agua que fluye en ríos, quebradas y pozos poco profundos empieza a escasear. Después de décadas de uso los acuíferos someros (capas subterráneas donde se acumula el agua de lluvia y que suelen encontrarse a menos de 200 m de profundidad) están llegando a su límite intensivo para riego, industria y consumo doméstico.

A esto se suma la expansión urbana, que ha ido cubriendo con concreto y construcciones las zonas donde antes el agua de lluvia se filtraba hacia el subsuelo para recargar los acuíferos. Al desaparecer esas áreas permeables —conocidas como zonas de recarga—, cada vez menos agua logra infiltrarse, lo que reduce la capacidad natural del territorio para reabastecer sus reservas subterráneas.

A lo anterior se añade la perforación descontrolada de pozos, muchos de ellos sin permisos ni estudios técnicos. Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en la Sabana hay unos 2.480 pozos, aunque las autoridades calculan que el número real sería mucho mayor si incluyen los ilegales.

“Las reservas más superficiales se están agotando por el uso desmedido y la falta de control, mientras que las más profundas permanecen intactas, a la espera de ser estudiadas y administradas responsablemente”, afirma Paola Andrea Atapuma Acevedo, magíster en Ciencia - Geofísica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Las reservas más superficiales se están agotando por el uso desmedido y la falta de control.

Paola Atapuma, magíster en Ciencia - Geofísica de la UNAL

En esas profundidades, el subsuelo guarda una posibilidad real para aliviar la escasez. Los investigadores encontraron que a más de 1 km bajo tierra se extiende el Grupo Guadalupe, una formación geológica que actúa como una “esponja natural”, capaz de almacenar agua en sus capas de areniscas permeables que se recargan lentamente desde los cerros Orientales, Occidentales y donde se encuentre aflorando este grupo.

Su nombre proviene del cerro de Guadalupe, en Bogotá, en donde su composición de areniscas compactas y lutitas intercaladas conservan el agua durante siglos bajo presión natural. Esta estructura la convierte en uno de los principales reservorios profundos del altiplano cundiboyacense.

Hasta ahora solo unos pocos pozos han alcanzado esas profundidades. “En la Sabana la mayoría no supera los 200 o 300 m, y apenas uno, ubicado en Tenjo y reacondicionado por la Alcaldía, ha confirmado la presencia de agua del Grupo Guadalupe”, anota la investigadora, quien decidió estudiar el subsuelo para evaluar la existencia y el alcance de estos acuíferos profundos aún desconocidos.

Agua y energía bajo la Sabana

Parte de su trabajo consistió en analizar registros de gravimetría y sísmica tomados años atrás en la región, y complementarlos con nuevas mediciones magnetotelúricas y sondeos eléctricos verticales hechos por ella misma. Estas observaciones se concentraron en zonas donde la forma del terreno y su estructura sugerían acumulación de agua subterránea.

“Los métodos geofísicos permiten ‘ver’ lo que ocurre bajo tierra sin necesidad de perforar. La gravimetría revela diferencias en la densidad del terreno, la sísmica ayuda a conocer la profundidad de las capas y las mediciones eléctricas y magnetotelúricas muestran qué tan fácil puede moverse la corriente, un indicio de la presencia de agua. En conjunto forman una imagen tridimensional del subsuelo, algo así como una radiografía del cuerpo humano donde las zonas más porosas indican la posible presencia de acuíferos”, explica Atapuma Acevedo.

Los métodos geofísicos permiten ‘ver’ lo que ocurre bajo tierra sin necesidad de perforar.

Paola Atapuma, magíster en Ciencia - Geofísica de la UNAL

Además, incorporó un análisis petrofísico a partir de muestras de roca extraídas con el apoyo de una empresa de flores. A cada fragmento se le midieron propiedades como la susceptibilidad magnética y la radiación gamma, parámetros que ayudan a identificar el tipo de roca y su capacidad para almacenar agua.

Durante los sondeos eléctricos verticales, la investigadora Paola Atapuma midió la respuesta del terreno al paso de corriente eléctrica para identificar posibles acuíferos.

Durante los sondeos eléctricos verticales, la investigadora Paola Atapuma midió la respuesta del terreno al paso de corriente eléctrica para identificar posibles acuíferos. Paola Atapuma, magíster en Ciencia - Geofísica de la UNAL.

“Estas pruebas confirmaron la composición arenosa del Grupo Guadalupe y reforzaron la hipótesis sobre su potencial como reservorio profundo”, asegura la científica magíster en Ciencia - Geofísica de la UNAL.

La investigadora también revisó información de pozos existentes y registró sus temperaturas, lo que le permitió evaluar el calor del subsuelo como fuente de energía limpia. Su idea fue analizar si estos pozos tendrían un doble uso, no solo para extraer agua sino también para aprovechar la temperatura constante del terreno mediante bombas de calor.

El análisis del modelo tridimensional permitió delimitar tres áreas con alto potencial hídrico y térmico. En el sector de Funza–Subachoque, los registros geofísicos mostraron señales de agua entre los 1.100 y 1.500 m de profundidad.

En El Rosal, las capas acuíferas aparecen más cerca de la superficie, alrededor de los 600 m, lo que facilitaría su acceso. Y en Mosquera, en la Granja Experimental Marengo, de la UNAL, el modelo sugiere un espesor continuo del Grupo Guadalupe de más de 900 m. Esta condición la convierte en un sitio ideal para probar el doble uso del pozo:

  • Extracción de agua

  • Aprovechamiento geotérmico

Los resultados se compararon con la información de un pozo ubicado en Tenjo, perforado originalmente por la industria petrolera y reacondicionado por la Alcaldía Municipal. Las mediciones en ese punto confirmaron la presencia de agua proveniente del Grupo Guadalupe, lo que demuestra que el reservorio es real y está activo.

Reservas valiosas para usar con cuidado

La investigadora advierte que el agua hallada a grandes profundidades no es igual a la que se obtiene de los pozos superficiales. Al permanecer durante siglos en contacto con las rocas, el líquido disuelve parte de los minerales del subsuelo, lo que modifica su composición química y le da una temperatura más estable. Estas características la convierten en una fuente valiosa para usos agrícolas, industriales o energéticos, ya que suele ser más limpia en términos biológicos y menos vulnerable a la contaminación externa.

Sin embargo, “antes de destinarla al consumo humano se debe someter a un tratamiento que elimine el exceso de sales y minerales acumulados en su recorrido subterráneo”, amplía Paola Atapuma.

El estudio también estimó que los pozos existentes en la Sabana tendrían un aprovechamiento geotérmico de baja entalpía, es decir, una forma de energía limpia basada en el calor constante del subsuelo. Si se instalaran bombas de calor en los más de 2.000 pozos registrados por la CAR, cubriría la demanda energética de una ciudad del tamaño de Funza o incluso parte del consumo de una zona industrial.

“En países como España o Alemania este tipo de energía se usa para calefacción o refrigeración de edificaciones. En Colombia podríamos adaptarla a nuestras condiciones y aprovecharla en invernaderos, laboratorios o plantas agroindustriales, reduciendo así la dependencia de combustibles fósiles”, explica la magíster Atapuma.

En países como España o Alemania este tipo de energía se usa para calefacción o refrigeración de edificaciones.

Paola Atapuma, magíster en Ciencia - Geofísica de la UNAL

El trabajo de campo implicó largas jornadas de adquisición de datos en diferentes puntos de la Sabana, con apoyo de docentes, estudiantes y empresas que facilitaron equipos y registros previos. La investigadora destaca el acompañamiento del profesor Orlando Hernández Pardo, del Departamento de Geociencias, quien dirigió la tesis y orientó la integración de los métodos geofísicos con el análisis del modelo tridimensional que permitió identificar las zonas con mayor potencial hídrico y térmico.

*Con información de la Agencia UNAL.

Actualidad

Daniel Quintero se va de la consulta ¿Qué futuro tienen las votaciones?

Por Camilo Cruz

Distrito Urbano en El Tintal: hip hop, poesía y arte

Por María Fernanda Sierra

Así funciona el Modo IA de Google, la herramienta que cambia la forma de buscar

Por Gustavo Márquez Hernández

Más de 100 mil damnificados por las inundaciones en La Mojana

Por Iván Mauricio Beltrán Acuña

Resumen semanal

10 de octubre: Día Mundial de la Salud Mental

Por Alison Rodríguez

Así fue la propuesta de matrimonio a Vicky Berrío, exparticipante de MasterChef

Por Ana Sofía Boshell Cortés

Gobierno envía ultimátum a ‘Iván Mordisco’

Por Camilo Cruz

Ni con una subasta: La advertencia del sector energético al gobierno

Por Angélica Gómez