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27 de julio de 2025 - 9:50 a. m.
Actualizado - 27 de julio de 2025 - 10:15 a. m.

En Gaza ya no se muere solo por bombas: Se muere por hambre, por sed, por esperar, por existir

Entre “pausas tácticas” y disparos, la ayuda humanitaria sigue llegando con sangre. El papa León XIV exige un alto al fuego inmediato.
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Papa León XIV exige respeto al derecho humanitario en Gaza. - Crédito: Colprensa

Eran cerca de las tres de la madrugada de este domingo 27 de julio, cuando un grupo de palestinos se resguardaba, hambriento y exhausto, junto al puesto militar israelí de Zikim, en las afueras de Beit Lahia, en el norte del enclave. Esperaban lo único que en Gaza aún representa algo de esperanza: los camiones de ayuda humanitaria. Pero lo que llegó no fueron alimentos ni medicinas. Lo que llegó fueron disparos. Siete personas murieron. Doce más quedaron heridas. Todos, civiles. Todos, víctimas del fuego israelí. El hospital Al Shifa lo confirmó horas después. Pero nadie del Ejército israelí se ha pronunciado.

Y no es un hecho aislado. Solo horas antes, Israel había anunciado, con tono de alivio diplomático, el inicio de “pausas tácticas” diarias de diez horas para facilitar la distribución de ayuda humanitaria. Una decisión que, en el papel, parecía un respiro frente a la catástrofe. En la práctica, ha sido otra trampa mortal.

 

Porque mientras las pausas se anuncian en comunicados oficiales, los cadáveres siguen llegando a los hospitales. En las últimas 24 horas, al menos 31 palestinos han muerto esperando comida. Varios fueron alcanzados por balas cerca de puntos de distribución de alimentos operados por la cuestionada Fundación Humanitaria para Gaza (GHF) en Nuseirat, Deir Al Balah y Jan Yunis. En Ciudad de Gaza, un bombardeo mató a una mujer y su hijo.

 

La “ayuda” cae, pero las bombas también

En Gaza, el hambre ya no es solo una consecuencia de la guerra. Es un arma. Desde octubre de 2023, cuando comenzó la ofensiva israelí tras el ataque de Hamás que dejó 1.200 muertos en Israel y unos 250 secuestrados, más de 59.800 palestinos han sido asesinados, la mayoría mujeres y niños. Pero hay una cifra que resulta aún más escalofriante: 133 personas han muerto por hambre, entre ellas 87 niños.

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“Pausa táctica” y operaciones militares en Gaza. Crédito: Colprensa

 

La cifra de muertos crece cada día

En hospitales colapsados, madres intentan mantener vivos a sus hijos con agua, porque no hay leche infantil ni fórmulas. El jefe del Ministerio de Salud gazatí, Munir Al-Bursh, fue claro: “Esta tregua no significa nada si no se convierte en una verdadera oportunidad para salvar vidas. Cada retraso conlleva un nuevo funeral”. Las rutas seguras no lo son, si quienes caminan por ellas mueren a tiros. Las pausas humanitarias no sirven si duran lo que tarda en reanudarse el siguiente bombardeo.

 

A nivel internacional: clamor más fuerte, pero insuficiente

El papa León XIV, conmovido desde la plaza de San Pedro, clamó este domingo 27 de julio por el fin inmediato de la violencia: “Mi corazón está con todos los que sufren en Gaza, aplastados por el hambre y la muerte. Exhorto a las partes a respetar plenamente el derecho humanitario”. Encomendó a las víctimas a la Virgen María, Reina de la Paz, y pidió reconocer la dignidad humana “conferida por Dios mismo”.

Pero sus palabras no detienen misiles. Y en Gaza, cada minuto cuenta.

Los números ya no se leen: se lamentan. Más de 59.700 muertos. Más de 144.000 heridos. Más de 100.000 niños al borde de morir de hambre. Un millón y medio de desplazados. Una ciudad convertida en ruinas, donde ya no hay hospitales ni escuelas ni agua potable. Una zona sin electricidad, sin medicinas, sin caminos seguros, sin infancia. Y aún así, las pausas tácticas de Israel son celebradas como gestos de humanidad.

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Trabajadores de Médicos Sin Fronteras (MSF) en las afueras del hospital Al Shifa. Crédito: Colprensa

 

¿Hipocresía en medio de la muerte y el hambre?

La Corte Penal Internacional ya ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su exministro de Defensa Yoav Gallant, por crímenes de guerra. También hay una demanda por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia. Pero mientras los procesos avanzan en La Haya, Gaza se consume. Y la comunidad internacional, dividida y temerosa, sigue sin actuar con contundencia.

La Oficina de Medios del Gobierno gazatí lo dijo sin rodeos: “Esto es una masacre a cámara lenta. El silencio global es una complicidad explícita en el genocidio de los niños de Gaza”.

En las últimas horas cientos de camiones con toneladas de ayuda humanitaria entraron a la Franja de Gaza en medio de la anunciada pausa táctica israelí, ofreciendo un pequeño respiro a los gazatíes. Mientras el ministro de Seguridad Nacional de extrema derecha criticó la decisión del primer ministro Benjamin Netanyahu de permitir el ingreso de insumos al enclave, el jefe de ayuda de la ONU celebró la decisión tras semanas de presión y advertencias por el riesgo de hambruna.

En medio del polvo y la muerte, el futuro de Gaza pende de un hilo. Mientras algunos siguen esperando la llegada de un camión de comida, otros entierran a quienes murieron esperándolo. La Franja, sitiada, exhausta, rota, es hoy el epicentro de una tragedia humanitaria sin precedentes. Y cada día que pasa, cada minuto de inacción, es una sentencia para cientos más.

Porque en Gaza ya no se muere solo por bombas. Se muere por hambre. Por sed. Por esperar. Por existir. En Gaza, incluso esperar comida puede costarte la vida.

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