Periodista Digital

Crónica | Holocausto en Colombia: Belisario Betancur encerrado en el palacio de la soledad hace 40 años
Cuando Elvira Sánchez llegó al tercer piso de la Casa de Nariño, el 7 de noviembre de 1985, en medio de una inusual soledad en la sede de Gobierno, abrió la puerta del consejo de ministros y se encontró de sopetón con el presidente Belisario Betancur Cuartas.
Elvira Sánchez era redactora y asistente de la Oficina de Prensa de la Presidencia de la República de Colombia cuando ocurrió la muy mentada toma del Palacio de Justicia hace ocho lustros.
Como ella misma lo narró durante una entrevista concedida al periodista colombiano Germán Castro Caycedo para el libro El palacio sin máscara, tuvo la oportunidad "de observar, desde el lado oficial, los acontecimientos que desataron la violencia encarnizada de los años ochenta y noventa en Colombia"*.
De la toma a la retoma
Los quehaceres periodísticos no estaban concentrados durante la mañana de ese miércoles 6 de noviembre de 1985 en las altas cortes. Para ese entonces, Elvira Sánchez y sus colegas participaban en una rueda de prensa institucional, a siete cuadras de la Plaza de Bolívar, en el centro histórico de Bogotá.
De lo que casi nadie estaba enterado es que entre las 10:30 y las 11:00 de la mañana, cuentan los anales de la historia judicial, la muy escasa vigilancia del Palacio de Justicia, ese 6 de noviembre, se convirtió en la grieta que le permitió a un grupo de siete personas armadas (todas vestidas de civil), militantes del M-19, filtrarse a la sede judicial.
Se dice que la actividad de inteligencia previa por parte de este grupo se desarrolló desde junio de 1985.
Toma y retoma del Palacio de Justicia – Consejo de Estado
En las memorias del Consejo de Estado describen que esas siete personas se distribuyeron así:
Dos de los guerrilleros del M-19 se ubicaron en la Secretaría del Consejo de Estado
Dos guerrilleros más en la Secretaría de la Sección Tercera
Otros dos en la cafetería
Y una mujer en el cuarto piso
Con los ‘campaneros’ ya dispuestos dentro del Palacio de Justicia, poco después, otros veintiocho guerrilleros ingresaron al complejo judicial en tres carros por medio del parqueadero, lo hicieron “a sangre y fuego indiscriminado”.
Ya al mediodía, esa serie de inusuales descargas explosivas llamaron la atención de Elvira Sánchez y sus colegas; y a todos se les despertaron los instintos del oficio: el hambre por la noticia. Esos reporteros, como pudieron y en un santiamén, terminaron apostados a un costado del Palacio de Justicia.
Eran las 12:50 p. m. cuando un tanque de guerra cascavel tumbó la puerta principal del Palacio de Justicia. La fuerza pública asumió la contraofensiva con tres helicópteros y ocho unidades blindadas. Todo fue sangre. Mientras se iba configurando una batalla prolongada con numerosas bajas de ambos lados…
Cada quien esquivó proyectiles como pudo. Si es que ante la fatalidad el ser humano tiene la suficiencia para hacerle el quite al infortunio; quizás a los periodistas que llegaron con Elvira Sánchez no les tocaba sucumbir ese día. Entonces, las horas transcurrieron en paralelo con la injusticia. La muerte se preparaba su festín más vulgar.
¡Es indispensable que cese el fuego inmediatamente; divulgue a la opinión pública esto para que el presidente dé la orden!
Alfonso Reyes Echandía, magistrado inmolado en la toma del Palacio de Justicia
En medio de semejante despropósito de la violencia armada, resonaron las angustiosas palabras del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, quien le hizo un pedido indirecto al presidente de la República, Belisario Betancur: “Es indispensable que cese el fuego inmediatamente; divulgue a la opinión pública esto para que el presidente dé la orden”.
Mientras en la radio intentaban sostener una afanada entrevista con el magistrado Reyes Echandía, con el ánimo de comprender la magnitud de la toma, al jurista se le escuchó de nuevo llamar la atención del presidente Betancur al tiempo que las balas competían con su clamor: “¡Que el presidente de la República dé finalmente la orden… que cese el fuego!”.
Alfonso Gómez Méndez, quien para ese tiempo era abogado y conjuez de la Corte Suprema de Justicia, le contó a la periodista Helena Urán Bidegain, para Cambio, que el pedido clamoroso del magistrado Alfonso Reyes Echandía lo empujó a hacer una serie de llamadas telefónicas en vista de que no había posibilidades de negociación.
Gómez Méndez recordó que le marcó al presidente Belisario Betancur, al ministro Jaime Castro, al general Miguel Alfredo Maza Márquez (director del DAS), al general Víctor Delgado Mallarino (director de la Policía): “¡Ninguno me pasó al teléfono!”.
Contó Gómez Méndez que hacia las 4:00 de la tarde le entró la angustia y decidió llamar a Gabriel García Márquez, de quien era su abogado; Gabo también era gran amigo del presidente Betancur. García Márquez estaba en París. Gómez Méndez le habría dicho: “Gabo, esto va para una tragedia si no se para ese operativo militar”.
El escritor le pidió un tiempo a Gómez Méndez. Una hora después le devolvió la llamada para decirle: “Alfonso, no hay nada que hacer; el presidente no domina la situación”. Y luego, pasó lo que pasó.
En diálogo con Minuto60, el mismo Gómez Méndez sostuvo que a los magistrados del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia los dejaron solos hace 40 años.
Elvira Sánchez de camino a la Casa de Nariño
La joven periodista Elvira Sánchez logró sortear chequeos y requisas hasta llegar a su lugar de trabajo, en la morada presidencial; la meta para una redactora no era el refugio de su vivienda. Preferible era el lugar de la noticia, su otra casa, la Casa de Nariño, el palacio presidencial.
El reloj marcaba poco antes de las 7:00 de la noche. "Allá me encontré con que todos los empleados estaban saliendo para sus hogares, pero los periodistas y los de seguridad teníamos orden de permanecer en Palacio (de Nariño)", le contó Sánchez a Germán Castro Caycedo. La jornada, como la de muchos periodistas de la época, iría de tiro largo.
Diversos testimonios coincidieron en señalar que la Casa de Nariño la convertieron, en pocos minutos, en el escenario de una especie de cónclave militar. El soldado José Rodríguez, adscrito al Batallón Guardia Presidencial, dijo que vio llegar "carros de generales y coroneles por la entrada de la carrera Octava. Pero muchos. Muchísimos"*.
7 de noviembre de 1985
La propia Elvira Sánchez comprobó la presencia del alto mando militar sobre las alfombras de la Presidencia.
"Cerca de las once de la mañana del jueves (7 de noviembre de 1985) me atreví a desafiar la reclusión y me asomé hacia las escaleras que conducían al tercer piso donde se hallaban las oficinas del presidente.
—¡No puede pasar! —me espetó un mayor de la Casa Militar
—¿Y por qué no?
—Son órdenes
Yo me consideraba amiga de este oficial y me extrañaba su sequedad y despotismo, tan contrario a su trato usualmente cortés.
—Pero, ¿qué pasa, mayor?, ¿por qué no responde el presidente?
Mis ojos se desviaban curiosos hacia el tercer piso y alcancé a divisar un nutrido grupo de oficiales de alto rango reunidos en la oficina presidencial. Su respuesta entre temerosa y desafiante reveló la magnitud de lo ocurrido.
—El presidente no puede hacer nada. Ya no es presidente. El que está a cargo de la situación es mi general, y sus órdenes son esas: aniquilar a los terroristas”.*
Para ese tiempo, el oficial al mando de la operación militar, en respuesta a la toma del Palacio de Justicia por parte de un comando del M-19, era el general Jesús Armando Arias Cabrales; mientras que el coronel Edilberto Sánchez Rubiano era el comandante de inteligencia del Ejército, dependencia reconocida bajo el rótulo del B2.
Al expresidente Belisario Betancur lo señalaron de guardar silencio cómplice sobre los aciagos momentos del Palacio de Justicia; y él afirmó, en su último manifiesto sobre los hechos, que durante más de 80 horas, en cuestión de 30 años, les había explicado a los tribunales su papel durante el holocausto colombiano.
Hubo quienes se atrevieron, desde el mismo momento en que ocurrieron los hechos, a advertir que el mutismo del jefe de Estado era pasmoso. Según recordó Elvira Sánchez, "desde el primer momento, el mandatario fue contundente en su silencio"*.
Ha sido incalculable la tinta que ha corrido para describir, especular e intentar dilucidar las amargas horas de impotencia para la institucionalidad, para la democracia. La búsqueda de la verdad no ha cesado, como si el fuego mismo que devoró al Palacio permaneciera encendido; pero de la misma manera esa verdad continúa consumiéndose.
Entre otras, tres publicaciones recogieron los instantes más íntimos del entonces presidente Betancur. Jaime Castro, ministro de Gobierno de la época, lo hizo con el libro Del Palacio de Justicia a la Casa de Nariño; Germán Castro Caycedo confeccionó el reportaje El Palacio sin máscara (ambos documentos citados para esta historia); y la misma periodista Elvira Sánchez Rueda relató su testimonio en Patria se escribe con sangre.
Betancur entre el silencio y la soledad
El supuesto silencio del presidente Belisario Betancur, durante la toma y retoma del Palacio de Justicia, ha sido traducido desde la consecuencia de una imposición o como resultado de un vacío en el solio presidencial.
Jaime Castro destacó en la introducción de su libro que el gobierno de Betancur adoptó "la posición a que estaba obligado: defender las instituciones y el Estado de derecho, negándose a negociar con el terrorismo. Como no hizo lo que sus críticos creyeron —y creen todavía— ha debido hacer, pensaron y a lo mejor siguen pensando, sin razón, que hubo 'golpe de Estado' y/o 'vacío de poder'"**.
Sin embargo, contrario al sentir del exministro Castro, Elvira Sánchez Rueda dijo que durante muchos años se ha cuestionado "por qué Belisario nunca ha revelado la verdad de su cautiverio. Todos sabemos que los militares se hicieron cargo de la ofensiva para aplastar el levantamiento, pero lo que no se sabe es el rol que jugó Belisario en todo esto".*
Belisario Betancur dijo en una carta, el 6 de noviembre de 2015, que impartió instrucciones a la Fuerza Pública, tendientes a que "la vigencia de la Constitución en el Palacio se garantizara con el salvamento de la vida de los eminentes magistrados, de los hombres y mujeres que se encontraban dentro del Palacio; y de los guerrilleros a los cuales se ofreció un juicio civil justo, que se negaron a aceptar".
(El presidente Betancur) no dirigió las operaciones de guerra, porque no decidió, en términos militares o policivos...
Jaime Castro, ministro de Gobierno en 1985
Para Jaime Castro, el presidente Betancur actuó en su condición de comandante de las Fuerzas Armadas, "pero no dirigió las operaciones de guerra, porque no decidió, en términos militares o policivos, la estrategia que debía seguirse ni la manera táctica como tenía que recuperarse el Palacio, cuáles y cuántas unidades del Ejército o de la Policía adelantarían el operativo, qué tipo de armamento debía emplearse…".
Desde distintas orillas hay señalamientos, búsqueda de culpables, responsables, autores materiales, determinadores, constructores de una escena dantesca en la que la lógica refiere dos frentes responsables: el grupo guerrillero M-19 por la toma y el Estado, representado en la Fuerza Pública, durante la retoma. Toda una seguidilla de errores.
Ante semejante horror, muchos pretenden, cuarenta años después, una cabeza, un responsable, ojalá un presidente que lo asuma todo, o unos militares que, ya ancianos, paguen; el todo es sentirlos culpables o sometidos, dirían las inconsolables familias de las víctimas.
Frente a frente con un presidente solo
La noticia retumbaba en las estaciones de radio. Elvira Sánchez no soportó el ostracismo en la Sala de Prensa en la Casa de Nariño e intentó llegar una vez más al tercer piso del Palacio de Gobierno.
"Curiosamente, nadie me lo impidió cuando subí al segundo y tercer piso desde la escalera de caracol que se iniciaba en la sala contigua a la Plaza de Armas, ni tampoco, cuando llegué a las oficinas del tercer piso, donde no se hallaba nadie.
Me sorprendió no ver ningún oficial ni de alto rango ni medio, ni siquiera los soldados que siempre hacían la guardia. Habían desaparecido como por encanto. Sin ningún impedimento seguí avanzando, atisbando aquí y allá hasta que llegué a la oficina del consejo de ministros. Vi la puerta cerrada y al igual que había hecho con otras oficinas, decidí probar suerte. La entreabrí. En ese instante me encontré de sopetón, frente a frente, con el presidente”.
El mandatario estaba solo, según constató Elvira Sánchez, pero no en la soledad del poder, o la soledad clerical de la que algún día pudo haber gozado, sino en una soledad que denotaba impotencia, ausencia, falta de dominio, desconocimiento de una realidad infeliz.
“La angustia se reflejaba en su rostro”, contó Elvira Sánchez.
"Cuando me vio, me preguntó apresurado:
—¿Qué pasó?, cuénteme, ¿qué ha pasado?
Sorprendida de que no supiera lo que a gritos reportaban todas las estaciones radiales, le dije:
—Ya acabó todo
—¿El presidente de la Corte?, interrogó consternado
—Está muerto, le respondí intuyendo lo que eso significaba
Me miró con desolación y se agarró la cabeza a dos manos.
—¿Está segura?”*
Elvira Sánchez hace 10 años
Busqué para esta crónica a Elvira Sánchez Rueda y encontré a Elvira Sánchez-Blake. La tecnología no permitía la certeza de que fuera la misma que estuvo cara a cara con el presidente Betancur aquel aciago 7 de noviembre de 1985.
Sánchez-Blake respondió a un mensaje en el que le lancé una intención de contacto, y como si llevara grabada en la piel la marca de la desdicha dijo: "Si la persona que busca es Elvira Sánchez Rueda, periodista de Presidencia en la época de Betancur, que vivió y presenció la toma del Palacio de Justicia el 6 y 7 de noviembre de 1985, esa soy yo".
Cuando comprobé que Elvira Sánchez-Blake era la misma periodista de marras, ella me contó que se había convertido en profesora de literatura latinoamericana en la Universidad de Michigan en Estados Unidos. Con la mirada puesta en el pasado me dijo que llevaba consigo la pena de ver que aún persistan tantas cosas sin aclarar.
Particularmente, "que nunca se hayan aceptado las evidencias de que hubo una toma de poder por parte de los militares". Los uniformados de entonces han insistido en haber atendido una orden superior.
"Es como si hubiera una campaña dirigida a culpar a Betancur. Pero lo que más me indigna es que él tampoco lo admita aun después de tantos años. Vi el reconocimiento que Belisario hizo hace unos días (el 6 de noviembre de 2015) de los errores que se cometieron, pero no dice nada con respecto al despojo del que fue objeto".
Es como si hubiera una campaña dirigida a culpar a Betancur. Pero lo que más me indigna es que él tampoco lo admita aun después de tantos años.
Elvira Sánchez Rueda, periodista de Casa de Nariño en 1985
Ella no asegura si hubo un golpe de Estado durante esas horas funestas. "Esa certeza solo la tienen Belisario y los que lo acompañaron en ese momento. Yo atestiguo que hubo un vacío de poder, que Belisario no estaba al frente de las decisiones".
Elvira Sánchez nunca habló con el presidente Betancur sobre este episodio. No tenía fácil acceso a él, era una joven redactora en la Oficina de Prensa de la época. La mala suerte del país la puso de frente con la historia y unos segundos a solas con el jefe de Estado, ya no juzgado por la guerrilla sino señalado por una Nación.
Belisario Betancur asumió la responsabilidad desde la misma noche luctuosa por medio de una alocución presidencial; pero quizás, antes de morir, no lo hizo hasta la saciedad, o no de una forma tan vehemente como para alcanzar la calma, o lo suficientemente fuerte como para despertar de la pesadilla.
Parece que nadie escuchó a Belisario Betancur, el mismo hombre que cuando se posesionó en 1982 dijo: "¡Ni una sola gota más de sangre colombiana!".
Todo queda como la noche aquella del 7 de noviembre de 1985 cuando Elvira Sánchez Rueda se encontró al jefe de Estado y él permaneciera desolado, con la cabeza agarrada por sus propias manos, en los pasillos de un silencioso y frío palacio.
* Así como lo narraron Elvira Sánchez y el soldado José Rodríguez en el libro El Palacio sin máscara de Germán Castro Caycedo.
** Del Palacio de Justicia a la Casa de Nariño, de Jaime Castro, exministro de Gobierno.
Fragmento de la alocución de Belisario Betancur
NOTA: Esta historia fue escrita por una persona que le puso el alma y el corazón.
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