Periodista Digital

Ocho integrantes de la Fuerza Pública con discapacidad completaron una hazaña que parecía escrita para quienes se niegan a rendirse. Alcanzaron la cumbre del Nevado del Tolima, a 5.215 metros de altura, después de una travesía que se transformó en un homenaje a la resiliencia, la rehabilitación y el poder del equipo.
El reto fue liderado por la Dirección de Veteranos y Rehabilitación Inclusiva (DIVRI) del Ministerio de Defensa Nacional, con el apoyo de la Fundación Invictus Games, Monster Energy y la guía técnica de Xperiencia.
La expedición, bautizada como 'Cumbre sin Límites', reunió a un grupo decidido a demostrar que la montaña también puede ser un territorio de inclusión y segundas oportunidades.

La expedición 'Cumbre sin límites' en el Nevado del Tolima. Cortesía
Una travesía marcada por la preparación
La historia comenzó en Anzoátegui, Tolima, con un acto simbólico que abrió el camino: la siembra de árboles nativos en agradecimiento al territorio que estaba por recibirlos.
Ese gesto no fue solo ambiental; fue una forma de reconocer que la rehabilitación también nace de la naturaleza.
Luego vinieron cinco días de camino. Cinco días en los que cruzaron cuatro ecosistemas, instalaron cuatro campamentos, recorrieron más de 60 kilómetros y enfrentaron alturas superiores a los 5.000 metros.
La cordillera Central los llevó por bosques altos, páramos, súper páramos y una imponente zona glaciar, todo bajo temperaturas que ponían a prueba el cuerpo y la voluntad.

La expedición 'Cumbre sin límites' en el Nevado del Tolima. Cortesía
El equipo estuvo preparándose tres semanas antes, con un trabajo arduo y exigente en senderos como Monserrate y Las Moyas, además de prácticas técnicas con crampones, piolet, arnés, cuerdas y maniobras de cordada.
Cada paso estaba sostenido por tres pilares: disciplina, resistencia y confianza absoluta en el equipo.
Era la primera vez que un grupo tan numeroso de integrantes de la Fuerza Pública con discapacidad intentaba esta cumbre.
Seis guías acompañaron el ascenso, siempre listos para priorizar la seguridad, incluso si eso significaba renunciar a la cima, aunque ese momento nunca llegó.
5:50 a. m.: la cumbre donde todo cambió
El día decisivo comenzó a la 1:30 a. m. La montaña estaba en silencio, y ellos, bajo el cielo oscuro, emprendieron el último ascenso.
Cuando el sol comenzó a asomarse, a las 5:50 a. m., los ocho deportistas tocaron la cumbre del Nevado del Tolima.
Allí, las prótesis se volvieron alas para quienes habían perdido una extremidad.
Quienes ya no escuchaban bien aprendieron a oír la montaña de otra manera: a través del viento, de los pasos sincronizados, de la respiración compartida.
En la cima no hubo miedo, hubo certeza de que la cumbre no era un destino, sino una declaración: nada detiene a quien decide volver a creer en sí mismo.
Tras unos minutos que parecieron eternos, el grupo emprendió el descenso hacia Salento, cerrando el reto con el icónico paso por el Valle del Cocora.
Como dijeron los guías: “la verdadera cumbre fue regresar a casa”.
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