Periodista Digital
Micro-hábitos fuera de lo digital: pequeños cambios con gran impacto en su salud mental


En los últimos años, el celular se ha convertido en una herramienta indispensable que acompaña cada aspecto de nuestra vida: desde la comunicación y el trabajo hasta el entretenimiento y la organización diaria.
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Pero esa misma presencia constante también ha encendido las alarmas de especialistas en salud mental, quienes advierten que el uso excesivo del smartphone está vinculado con mayores niveles de ansiedad, problemas de concentración, dificultades para dormir e incluso síntomas depresivos.
De hecho, organismos como la Organización Mundial de la Salud han comenzado a hablar de los efectos del “uso problemático de pantallas” en la calidad de vida, especialmente entre jóvenes y adultos urbanos. Frente a este panorama, surge una alternativa que no busca la desconexión total, sino un equilibrio más realista. Se trata de micro-hábitos digitales, pequeños cambios en la forma en que interactuamos con el celular que, aplicados de manera constante, mejoran el bienestar emocional, aumentan la productividad y permiten recuperar tiempo de calidad en la vida cotidiana.
Hábitos que te ayudan a alejarte de las pantallas Freepick
1. Reducir apenas una hora diaria genera cambios notables
Un estudio publicado en el Journal of Experimental Psychology: Applied reveló que reducir el uso del smartphone en solo una hora al día durante una semana puede generar mejoras sostenidas en la salud mental. Entre los beneficios observados se encuentran una disminución de los síntomas de depresión y ansiedad, un aumento en la satisfacción con la vida y mayor actividad física.
Este cambio resultó más positivo que la abstinencia total, ya que el celular cumple una función de entretenimiento, pero también puede alejarnos del momento presente. El uso excesivo de redes sociales y la comparación constante con otros usuarios alimentan emociones negativas que, con un consumo más consciente y moderado, pueden reducirse significativamente.
2. Crear barreras físicas y temporales para frenar el uso impulsivo
Expertos sugieren introducir “fricción digital” para evitar el uso automático del celular al despertarse o antes de dormir. Por ejemplo: no subir el celular al dormitorio, usar un despertador tradicional o instalar aplicaciones como Forest (que recompensa el tiempo sin uso) o Freedom (que bloquea apps de forma rígida). Estas barreras invitan a hacer una pausa consciente en lugar de ceder al impulso.
El celular evita estar en el momento presente. Freepick
3. Practicar una “dieta digital”: filtros visuales y reflexivos
El concepto de “dieta digital” impulsa a observar y ajustar el uso de la tecnología de manera deliberada. Estrategias como llevar un “diario del teléfono”, activar el modo en escala de grises y establecer zonas sin pantallas (como el comedor o el dormitorio) ayudan a reducir el uso automático y a darle prioridad a lo significativo.
4. Silenciar notificaciones y designar momentos específicos para revisar el celular
Reducir las alertas no esenciales es clave para disminuir distracciones y ansiedad. Configurar el modo “no molestar” o silenciar aplicaciones permite controlar cuándo mirar el celular.
También se recomienda revisar el dispositivo solo en momentos determinados del día. Y, en vez de deslizar sin fin, es mejor sustituirlo por actividades deliberadas: leer, llamar a un amigo, descansar o practicar un hobby sin pantalla. Asimismo, se sugiere dedicar al menos una hora diaria libre de dispositivos para reconectar con uno mismo y con el entorno.
En definitiva, no se trata de renunciar al celular ni de satanizar la tecnología, sino de aprender a usarla de forma más consciente y equilibrada. Los micro-hábitos digitales demuestran que cambios sencillos, como reducir el tiempo de uso, silenciar notificaciones o establecer momentos de desconexión, pueden tener un impacto profundo en la salud mental y en la calidad de vida.
La clave está en empezar poco a poco, incorporar estas prácticas de manera constante y recordar que la verdadera conexión no ocurre en la pantalla, sino en el presente y en los vínculos que cultivamos fuera de ella.
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