Daddy Yankee, quien hace poco anunció su retiro de los escenarios para dedicarse a su fe y a su vida espiritual, sorprendió al mundo con su regreso musical junto al productor argentino Bizarrap.(Le puede interesar: Rosalía conquista la portada de Billboard: un nuevo capítulo en su carrera)La sesión, titulada “BZRP Music Sessions #0/66”, no solo marca una colaboración histórica entre dos íconos del género urbano, sino también una declaración de principios: la transformación de un artista que pasó del ego del éxito a la búsqueda del alma.Del trono del reguetón al llamado espiritualDurante más de dos décadas, Daddy Yankee fue sinónimo de poder, ritmo y revolución dentro del reggaetón.Su nombre encabezó listas globales, llenó estadios y definió el sonido de toda una generación. Sin embargo, tras anunciar su retiro en 2023 con la gira “La Meta”, el puertorriqueño confesó que quería “servir a un propósito más grande que la fama”.En esta nueva sesión con Bizarrap, esa promesa parece materializarse. A diferencia de sus letras pasadas cargadas de sensualidad y ostentación, la canción mezcla referencias bíblicas, códigos de superación y una mirada introspectiva hacia su propio camino.Es un Yankee que predica sin renunciar al ritmo, que mantiene el fuego del reggaetón, pero ahora con un mensaje diferente.Bizarrap: el productor que se convirtió en puenteEl joven productor argentino ha logrado que cada colaboración sea más que un hit: una cápsula cultural.Con artistas como Quevedo, Nathy Peluso o Residente, Bizarrap ha demostrado su capacidad para capturar la esencia de cada invitado. En esta ocasión, su rol trasciende lo musical: actúa como mediador entre el pasado glorioso del reguetón y su posible futuro consciente.El uso de la numeración #0/66 no parece casual. El “cero” puede interpretarse como un nuevo comienzo, mientras que el “66” alude al número de sesiones oficiales. Es una especie de reinicio espiritual dentro del universo Bizarrap.Una sesión entre el cielo y el barrioEn la letra de la “BZRP Music Sessions #0/66”, Daddy Yankee combina su identidad callejera con un mensaje de fe y redención. Desde los primeros versos —“Nueva temporada ya empezó, dale play”—, el artista anuncia un nuevo comienzo espiritual y artístico, reafirmando que esta etapa no es un regreso al pasado, sino una reinvención desde la conciencia.Lejos del discurso de ostentación que alguna vez definió el reguetón clásico, Yankee entona ahora versos como “Si me pregunta’, a nadie yo le debo / Cuando me vaya de aquí, nada me llevo”, una reflexión sobre la humildad, el desprendimiento y el sentido trascendente del éxito. La espiritualidad se vuelve tangible en frases como “Los pie’ en la tierra, siempre mirando al cielo”, donde el artista deja ver una fe arraigada pero sin perder el pulso del barrio.Uno de los momentos más potentes llega cuando proclama: “Es mi Father quien llena el estadio”, una metáfora que reemplaza la antigua figura del ídolo musical por la presencia divina. Aquí, el “Father” deja de ser él mismo para convertirse en una referencia directa a Dios, confirmando la transformación que el artista ha venido anunciando desde su retiro.Aun así, el fuego del reggaetón sigue intacto. Con líneas como “Pon la batería, que llegó el reggaetón” o “Prendan los motore’”, el puertorriqueño demuestra que puede mantener su energía masiva y su legado urbano sin renunciar al mensaje espiritual. Es un himno que mezcla beats potentes, códigos de fe y una vibra de renacimiento.En esta sesión, Bizarrap y Daddy Yankee logran unir el cielo y el barrio: el productor como arquitecto del sonido contemporáneo, y el artista como testimonio de que la fe también puede perrear.