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La huella de los astronautas en América Latina: de sobrevivir en el Darién a desfilar en Bogotá


En plena década de 1960, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética disputaban la supremacía del espacio, América Latina se convirtió en una escala inesperada para los astronautas del Programa Apolo, una historia digna de una película de ciencia ficción.
La historia registra dos momentos claves: el entrenamiento de astronautas en la selva del Darién, la frontera natural entre Colombia y Panamá, y las visitas oficiales a Bogotá como parte de las giras de buena voluntad que buscaban mostrar al mundo la cara más humana de la conquista espacial.
Armstrong, Collins y Aldrin, los astronautas del Apolo 11 que llegaron a la luna en 1969. Crédito: NASA
Para algunos, estos episodios fueron secundarios en la carrera hacia la Luna. Para otros, como Andrés Jurado, director de la película Bienvenidos conquistadores interplanetarios y del espacio sideral se tratan de piezas fundamentales para entender cómo los astronautas representaron no solo un ideal tecnológico, sino también un símbolo político y cultural de la Guerra Fría en la región.
Los astronautas que llegaron a América Latina encarnaban un protocolo colonial renovado: se les veía como enviados de la modernidad frente a pueblos indígenas y comunidades locales que seguían siendo retratadas como el ‘otro’.
—Andrés Jurado en conversación con Minuto60
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Entrenamiento en el Darién: el “Chocó Hilton” de los astronautas
Antes de pisar la Luna, los hombres de la NASA tuvieron que aprender a sobrevivir en la Tierra. La selva del Darién, uno de los territorios más inhóspitos y biodiversos del continente, fue escenario de entrenamientos de supervivencia tropical organizados por la Fuerza Aérea de Estados Unidos en los años sesenta.
Allí llegaron nombres que luego serían célebres: Neil Armstrong, John Glenn, Gordon Cooper, Pete Conrad y otros astronautas de las misiones Mercury, Gemini y Apolo. En la zona de Gamboa, cerca del Canal de Panamá, se instaló un campamento improvisado que los propios astronautas apodaron el “Chocó Hilton”.
Neil Armstrong (izquierda) durante sus entrenamiento en la selva del Darién, frontera colombo-panameña. Crédito: University State of Ohio
El objetivo era claro: prepararse para un aterrizaje de emergencia en la selva, luego de haber conquistado la Luna. Los ejercicios incluían levantar refugios con paracaídas, reconocer plantas y animales comestibles, orientarse en la espesura y enviar señales de rescate.
En ese proceso, los astronautas no solo tuvieron instructores militares, sino también guías locales e indígenas. El líder emberá-wounaan Manuel Antonio Sarco Chami es recordado como uno de los instructores que acompañaron las prácticas, aportando conocimientos ancestrales sobre la selva y la supervivencia en ella.
Lo fascinante es que, aunque el entrenamiento estaba diseñado para reforzar la idea de dominio del hombre sobre la naturaleza, la presencia de guías indígenas introdujo otra lógica. Sarco, por ejemplo, transformaba las transacciones con los astronautas (...) ese encuentro no era solo un simulacro de poder, sino también un intercambio cultural.
—Andrés Jurado
Colombia en la ruta de la diplomacia espacial
El vínculo de los astronautas con América Latina no se limitó al entrenamiento. En octubre de 1966, tras la misión Gemini VIII, Neil Armstrong y Richard Gordon llegaron a Bogotá en el marco de una gira mundial de buena voluntad. La Casa Blanca y la NASA organizaron la visita como parte de su estrategia para reforzar la imagen de Estados Unidos como potencia científica y aliada de la región.
Tres años más tarde, en septiembre de 1969, Colombia volvió a recibir a los recién consagrados héroes de la Luna: Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins. Bogotá fue una de las 24 capitales incluidas en el tour global posterior al alunizaje del Apolo 11. El mensaje era inequívoco: la hazaña espacial no solo pertenecía a Estados Unidos, sino a toda la humanidad.
Sin embargo, detrás de la retórica de fraternidad cósmica, la visita también tenía un claro trasfondo político. En plena Guerra Fría, con Cuba como foco de tensión en el continente, mostrar a los astronautas en plazas públicas de América Latina servía para reforzar la influencia estadounidense y contrarrestar la narrativa soviética.
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Colonialismo y modernidad: la mirada crítica
Para Jurado, lo interesante de estas visitas no radica únicamente en el brillo mediático, sino en cómo replicaron una lógica colonial ya presente desde la conquista europea.
Cuando uno revisa los archivos de prensa de la época, ve que los astronautas eran presentados como embajadores del futuro, mientras que las comunidades indígenas eran retratadas como vestigios del pasado. Esa es exactamente la misma mirada que tenían los cronistas de Indias en el siglo XVI.
—Andrés Jurado
En su lectura, los entrenamientos en la selva y las giras de diplomacia espacial forman parte de una misma estrategia: reforzar el imaginario de que Estados Unidos era el portador de la civilización y la tecnología, frente a un “otro” que debía ser observado, documentado y, en cierta medida, domesticado.
La paradoja, subraya Jurado, es que en la práctica fueron los saberes locales los que garantizaron la supervivencia de los astronautas en el entorno más hostil del continente.
La NASA necesitaba del conocimiento indígena para sobrevivir en la selva. Pero en la narrativa oficial, esa contribución se diluyó bajo la idea de que el astronauta era autosuficiente, capaz de enfrentar cualquier terreno.
—Andrés Jurado
El legado en clave latinoamericana
Han pasado más de cincuenta años desde que Armstrong y sus colegas caminaron por las calles de Bogotá y se internaron en la selva del Darién. Hoy, esos episodios parecen anécdotas olvidadas en la gran narrativa de la carrera espacial; pero para América Latina revelan un punto de encuentro entre ciencia, política y cultura.
En la memoria de las comunidades indígenas, los entrenamientos de los astronautas no fueron solo un espectáculo: fueron también un espacio de negociación cultural. En la historia diplomática, las visitas a Colombia evidencian cómo la NASA se convirtió en herramienta de política exterior.
Además, en la mirada crítica de artistas e investigadores como Andrés Jurado, todo ello se lee como parte de un continuum colonial que conecta la conquista, la Guerra Fría y las disputas actuales por el territorio y la representación. “La selva del Darién sigue siendo un lugar de tránsito y conflicto: por allí pasaron los conquistadores, los astronautas y hoy miles de migrantes”, concluye Jurado en diálogo con Minuto60.
La historia de los astronautas en América Latina no es solo una curiosidad de archivo: es un espejo de cómo seguimos pensando el poder, la modernidad y lo que significa ser humano en el planeta.
—Andrés Jurado
Bienvenidos conquistadores interplanetarios...
En el marco de esta historia que parece de ciencia ficción, la oportunidad de ver y conocer de primera mano cómo fueron los entrenamientos de los astronautas en la selva del Darién, y cómo luego fueron recibidos en las calles de Bogotá, está en la Cinemateca Distrital. Este 21 de septiembre, a las 7:30 p. m. se proyectará la última función de Bienvenidos conquistadores interplanetarios y del espacio sideral.
Es una película que utiliza archivos de la NASA, cantos emberá, crónicas de Indias y otros materiales para contar esa historia, no como un documental convencional, sino como un ensayo que mezcla esas voces y esas imágenes.
—Andrés Jurado
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