Actualizado 31 de octubre de 2025 - 4:48 p. m.
“Una lucha por la supervivencia”: el invierno agrava la crisis humanitaria en Ucrania
Miles de civiles viven entre apagones, escasez y frío extremo, mientras la guerra destruye la infraestructura energética del país.
Periodista Digital
La ONU alerta: Ucrania al borde de una crisis invernal.Crédito: Colprensa
A las puertas del cuarto invierno desde la invasión de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022, la situación de la población civil en las zonas cercanas a las líneas del frente ha pasado de ser una consecuencia del conflicto a convertirse literalmente en una lucha por la supervivencia, según alertó el viernes el coordinador humanitario de Naciones Unidas (ONU) en el país, Matthias Schmale.
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Civiles atrapados entre el fuego y el frío
Schmale explicó que, en las regiones más próximas al frente, el acceso a productos de primera necesidad ya no es solo difícil, sino que se está convirtiendo en un problema de vida o muerte.
El coordinador indicó que más de 57.000 personas han sido desplazadas por la intensificación de los ataques en estas zonas. Estos desplazamientos se suman a mercados locales disfuncionales y a redes logísticas que ya estaban al límite.
Además, afirmó que las muertes de civiles crecieron un 30 % en 2025 respecto del año anterior y que los ataques con drones explican un tercio del total de muertes y lesiones registradas este año.
La cercanía al frente añade un factor de riesgo extra: los hogares y comunidades no solo enfrentan bombardeos, sino también la interrupción sistemática de servicios básicos como el agua, la electricidad y la calefacción. Cuando llega el invierno, ese escenario se vuelve mucho más severo.
ÚLTIMA HORA: Un dron ruso acaba de impactar en medio de una zona residencial en Ucrania.
— Isaac (@isaacrrr7) October 30, 2025
¿Por qué en Europa no vemos manifestaciones masivas contra Rusia, como sí ocurre casi a diario contra Israel? pic.twitter.com/tqClVEHMbf
Infraestructura energética bajo ataque: la antesala de una crisis invernal
El componente técnico del problema está sobradamente documentado. Según informes de la ONU y organizaciones humanitarias:
Desde marzo hasta agosto de 2024, las fuerzas rusas lanzaron al menos nueve ataques contra el sistema eléctrico ucraniano, destruyendo o dañando gravemente instalaciones de generación, transmisión y distribución.
Se calcula que más del 60 % de la capacidad eléctrica de Ucrania ha sido afectada desde el inicio de la guerra.
Estas agresiones no solo han significado apagones, sino que también han colapsado servicios esenciales como el suministro de agua, la calefacción urbana y la educación en línea.
En este contexto, el invierno se perfila como un agravante inevitable: la demanda de calefacción, electricidad y agua caliente se dispara cuando bajan las temperaturas. Las fuentes advierten que, de prolongarse los ataques o no repararse las infraestructuras, algunas zonas podrían sufrir cortes diarios de energía y quedarse sin calefacción en pleno frío.
Schmale calificó la destrucción del sistema energético como “una forma de terror” contra la población civil, pues ataca directamente su capacidad de mantenerse con vida ante las inclemencias del invierno.
Impacto humano y social: más que frío y combustible
El efecto no es únicamente técnico: es profundamente humano. En las comunidades más golpeadas, ya se reportan hogares donde solo la leña, los generadores de emergencia o los kits de ayuda permiten sobrevivir.
El desgaste psicológico también es evidente. El coordinador de la ONU advirtió que el impacto en la salud mental de los ucranianos será grave “durante al menos una generación, o incluso varias”. La combinación de desplazamiento, interrupción de servicios, pérdidas personales y el temor constante al bombardeo genera un escenario de trauma acumulado.
Las mujeres, los ancianos, las personas con discapacidad y los desplazados internos son los más vulnerables, tanto en lo físico como en lo psíquico. En zonas con cortes prolongados, las escalas de vulnerabilidad se disparan: quedar atrapado sin calefacción ni agua puede convertirse en un riesgo mortal.
¿Qué se puede hacer?
Las recomendaciones de la ONU y sus agencias apuntan a varios ejes prioritarios:
Detener de inmediato los ataques a las infraestructuras civiles de energía, agua y calefacción, una obligación del Derecho Internacional Humanitario.
Movilizar recursos urgentes para reparar y reforzar los sistemas dañados y desplegar soluciones descentralizadas como generadores o energía solar en zonas críticas.
Focalizar la ayuda humanitaria en los grupos más vulnerables y proteger a los civiles en las líneas de frente, donde la guerra y la crisis humanitaria se superponen.
Implementar medidas de invierno: logística, respaldo energético, transporte de combustible y distribución de kits térmicos a millones de personas.
Mientras la guerra en Ucrania entra en su cuarto invierno, las imágenes de bombardeos se mezclan con otras igualmente duras: familias que apilan leña en hogares sin calefacción, niños que pierden clases por falta de electricidad y ancianos que no logran calentarse.
El conflicto ya no es solo una batalla territorial: también es una guerra por la supervivencia diaria de millones de civiles que, al enfrentarse al frío, al miedo y a la ausencia de servicios básicos, viven una guerra dentro de la guerra.