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18 de agosto de 2025
Actualizado 6 de agosto de 2025 - 8:45 a. m.

Violencia en los estadios: el partido más difícil del fútbol colombiano

El ataque al bus de Atlético Nacional en Cúcuta revive una vieja herida: la violencia que arrincona al fútbol colombiano.

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Bus de Atlético Nacional fue atacado con piedras en Cúcuta. Crédito: Prensa Atlético Nacional

El fútbol colombiano está perdiendo su partido más importante. Y no es por falta de talento en la cancha, ni por escasez de hinchas apasionados. Es por la violencia. Una que se reproduce como una epidemia en los estadios, en las calles, en las rutas de los equipos, en la mirada encendida de quien cree que amar un escudo justifica atacar al otro.

El caso más reciente es alarmante: el pasado martes 5 de agosto, el bus de Atlético Nacional fue atacado a piedra y ladrillo en Cúcuta, minutos antes de su partido por la Copa BetPlay en inmediaciones del Estadio General Santander. Vidrios estallados, un susto que recorrió todo el bus, e incluso un posible impacto a Alfredo Morelos encendieron las alarmas. Aunque la Dimayor confirmó que ningún jugador resultó herido, el daño ya estaba hecho: la violencia volvió a ganar.

No fue un hecho aislado. Fue uno más en una larga lista de agresiones que no cesan. Desde 2008, al menos 262 hinchas han muerto por hechos violentos relacionados con el fútbol profesional colombiano. Cada 20 días, muere un aficionado. Cada fecha, se juega con miedo.

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Alfredo Morelos sale del estadio escoltado por la policía. Crédito: Prensa Atlético Nacional

 

El balón en los pies de nadie

Hay partidos en los que nadie quiere la pelota. Y este es uno de ellos. La seguridad en los estadios se ha convertido en un balón caliente que va de la Dimayor al Gobierno colombiano, del Ministerio del Interior a los clubes, de la Corte Constitucional a la Policía Nacional. Nadie quiere asumir el liderazgo, como si se tratara de una final que todos prefieren perder por W.

En 2018, la Corte Constitucional dictó que la seguridad en los eventos privados, como un partido de fútbol, es responsabilidad de los organizadores, en este caso los clubes. Desde entonces, el Ministerio del Interior en alianza con el Ministerio del Deporte, ha empezado una reducción progresiva de la presencia policial en los estadios: 60 % menos en 2025, 70 % será en 2026 y 80 % en 2027.

La Dimayor, por su parte, ha respondido con preocupación. "No es viable jugar sin Policía", aseguran. Argumentan que la seguridad privada en Colombia no tiene ni el respaldo ni las herramientas para contener una hinchada desbordada. Una afirmación que, tristemente, ha sido respaldada por los hechos.

Cúcuta: violencia en la antesala

Lo vivido en Cúcuta fue una escena que retrata el peor lado del fútbol nacional. Piedras contra el bus, tensión en el estadio, objetos lanzados desde las tribunas y un ambiente irrespirable. Aun así, el partido se jugó. Nacional clasificó, pero el fútbol perdió.

Porque el espectáculo terminó siendo secundario. La prioridad fue salir ilesos. Los jugadores necesitaron escolta policial para abandonar el estadio. Se formaron cordones de seguridad humana para evitar que les impactaran botellas, piedras u otros objetos. ¿Hasta cuándo debe tolerarse que el amor por el fútbol implique arriesgar la vida?

 

¿Fracaso del Fútbol en Paz?

La pregunta es inevitable: ¿Fracasaron los programas que prometían un fútbol en paz? Desde campañas pedagógicas hasta controles de ingreso, pasando por bases de datos de hinchas y compromisos entre barras, parece que las medidas no son suficientes ni sostenibles.

Y aunque muchos hinchas mantienen la fe y la pasión, las cifras revelan una realidad alarmante. Según el Observatorio de Seguridad y Convivencia de la Universidad Central, el 78 % de las mujeres y el 70 % de los hombres sienten que ir al estadio en Colombia es peligroso. Es decir, el estadio dejó de ser un lugar seguro.

 

El verdadero enemigo está en la tribuna

La pelota no tiene la culpa, la pasión tampoco. El verdadero enemigo del fútbol colombiano es la intolerancia, la impunidad, y la falta de acción coordinada. Un enemigo que crece cada vez que se minimiza una agresión, que se fortalece cuando los responsables no son judicializados y que se alimenta de discursos tibios.

No se puede seguir relativizando la violencia. No es "parte del folclor", ni "cosa de barras bravas". Es una amenaza real. Y mientras los clubes celebren victorias en medio del caos, la sociedad perderá el verdadero sentido del deporte.

Las autoridades responden

En medio de este complejo panorama, la Comisión Nacional de Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, integrada por los ministerios del Deporte, Educación, Cultura e Interior, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, la Policía Nacional, la Federación Colombiana de Fútbol y la Dimayor, continúa aunando esfuerzos para fortalecer la seguridad humana, la convivencia y la experiencia de los asistentes a los estadios. Los voceros de estas entidades aseguran además que, desde el Ministerio de la Igualdad, la Dirección de Barrismo Social se vienen implementando políticas y programas enfocados en la inclusión, la protección de la vida y la garantía de derechos para los barristas, como estrategia preventiva de la violencia y apuesta por la construcción de paz desde las gradas.

 

Un grito que no debe ser silenciado

Que la clasificación de Nacional a la segunda fase de la Copa Colombia, no tape la vergüenza. Que el gol no silencie el grito de auxilio. El fútbol colombiano necesita una reforma profunda, no solo en su formato deportivo, sino en su modelo de convivencia, seguridad y cultura.

¿Quién toma la cinta de capitán en este partido? ¿Los clubes? ¿El Gobierno? ¿La Policía? ¿Los hinchas? Todos. Este partido no se gana con goles. Se gana con decisiones, con educación, con justicia y con valentía. Lo contrario, es condenarnos a repetir los mismos titulares, semana tras semana, manchados de piedras, miedo y sangre.

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Disturbios en la tribuna durante un partido del América de Cali. Foto: Redes sociales

Cada jornada debería ser una fiesta. Cada gol, una celebración colectiva. Cada hincha, un embajador de paz.

Pero hoy, el fútbol colombiano está en fuera de lugar. Y si no se actúa ya, este juego terminará sin final feliz.

Por ahora, grito de gol se sigue ahogando en el eco de las piedras, los vidrios rotos y los objetos lanzados desde las tribunas.

 

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